Esta
leyenda corta es acerca de un objeto real que actualmente existe, una silla que se encuentra exhibida en el Museo Provincial de Valladolid en España. Según dice la
leyenda, en el siglo XIX, un señor se encontraba aseando un cuarto de trastes en la Universidad, entre los cachivaches se encontró una silla bonita, bien labrada, la cual estaba abandonada en una de las esquinas.
El hombre agotado del trabajo hecho, se sentó en la silla. A los pocos días, otro señor de mantenimiento la encontró también, la sacó hacia el pasillo y se sentó un rato a desayunar y, como el primero, a los días murió en extrañas circunstancias.
Averiguando en la historia de la silla algunas personas alarmadas por los hechos, dieron con una anécdota de un médico de principios del siglo XVI que fue detenido por la Inquisición, acusado de asesinato, tortura y pacto con el diablo.
El hombre era muy adelantado para su época en anatomía, tanto que abrió una cátedra en su España natal para dictar la disciplina. Los entendidos decían que tales conocimientos les eran dados por el diablo.
En una ocasión desapareció un niño pequeño en las inmediaciones de su casa, lo cual puso en sobre aviso a las autoridades que ya lo tenían vigilado por las acusaciones de herejía.
Cuando lo apresaron no le quedó más que confesar, dijo que asesinó al pequeño y que no se trataba de un pacto con el diablo todo aquello, sino que tenía una silla que perteneció a un nigromante de Navarra, la cual al usarla le dejaba en un trance mediante el cual se le dotaba de todos los conocimientos que requería para la práctica de la medicina y sus diagnósticos.
Sólo un médico podía usarla, pues personas sin las nociones mínimas morían a los tres días de sentarse en ella.
Cuenta la leyenda que la silla aún existe, pero ha sido guardada con el mayor celo en el Museo de Valladolid, atada en los brazos con una cinta roja para evitar que las personas, aunque sea por error, se sienten en ella.